La economía conductual, premiada con los premios Nobel
La actual crisis sanitaria ha generado consecuencias económicas evidentes: la consolidación del teletrabajo, la venta a distancia, la reducción del uso del dinero físico, la disminución de la movilidad, la modificación de los precios de locales comerciales y oficinas, etc. Podríamos decir que la crisis del Covid 19 ha producido cambios sobre la economía mundial, equiparables a la introducción de la letra de cambio, la invención de la sociedad anónima de responsabilidad limitada, o la propia revolución industrial.
Daniel
Kahneman (2002), Vernon Smith (2002), o Richard Thaler (2017), los tres psicólogos premiados con el
Nobel de Economía, nos alertan, por ejemplo, de las consecuencias que el
confinamiento está teniendo sobre el equilibrio mental de las personas,
planteando un nuevo paradigma frente al individualismo, que revaloriza la
defensa de valores sociales, de formas de vida directamente relacionadas con la
colaboración entre individuos, y la necesidad de un sector público potente,
capaz de organizar una respuesta eficiente a los desafíos inesperados como el
de la actual pandemia.
Digamos que,
frente a la ley de la oferta y la demanda, la clarividencia de la mano
invisible y la eficiencia de los mercados libres, se deben incorporar factores
relativos a la desigualdad, la justicia, la solidaridad y la cooperación, de
tal manera que el objetivo de la economía no sea tanto la obtención de mayores
riquezas, como conseguir el máximo de felicidad.
Las
semblanzas de estos Nobel, así como un resumen de sus aportaciones, los he
tratado de reflejar en Una corona de laurel naranja, el libro en el que he
reunido las aportaciones de los 81 premios Nobel de Economía que lo han
obtenido en los primeros 50 años de su existencia.
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